Fidenovelas - 2ª entrega de Pequeñas Historias de Flamencos. EN ELTABANCO


EN EL TABANCO
2ª parte

Tras salir del viejo tabanco, respiró hondo y miró al cielo.
Las estrellas lucían tan cerca de Macarena, tan juntas, tan blancas, tan brillantes, aquella noche desde el pueblo de Alameda se podía ver el cielo iluminado de adornos naturales hechos de luz tras un fondo negro.
Macarena al contemplar la Diosa Naturaleza pensó: si el cielo siendo tan bonito y tan grande yo quiero estar allí, pero ¿primero he de morir?.Gira la cabeza a un lado y de reojo al contrario para asegurarse de que nadie le observaba, echó inmediatamente a andar sin descanso repitiéndose la misma pregunta.

Las casas pintadas de blanco sucedían unas junto a otras, las gentes se silenciaban por su ausencia,ella debía ir precavida y afinar el oído antes de doblar cualquier esquina o cruzar un camino porque sabia que a esas horas de la madrugá le podía parar la guardia de noche y llevarla al calabocillo. Los portones de madera se sumaban uno con otro en su recorrido y las aceras eran escabrosas, llegando al extremo de tener que dar un respingo o zancada de vez en cuando.
Ya en las afueras del pueblo, caminando a campo abierto, en cierto momento paró como si hubiera dado esquinazo a un fantasma, !si señores! era el fantasma de  Macarena, el amargo pensamiento suicida que le venia persiguiendo, pero no se equivoquen amigos míos, el espectro era la sombra negra de su negra suerte y en consecuencia de su oscuro corazón, que negro latía a ritmo andante de día y de noche, sola se hallaba, soledad buscada en la eterna madrugada. La hembra se tumbó en el suelo y ya entornando los ojos dispuestos al descanso intentó abrirlos por ultima vez, solo por verlas una irrepetible vez aquellos puntos blancos en una noche única, sin color.

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